25 mayo 2006

Parábola del elefante



Érase una vez un pueblecito perdido en el desierto. Todos sus vecinos eran ciegos. Un gran rey pasó por la comarca, seguido de su ejército. Montaba un elefante. Los ciegos se enteraron, y habiendo oído hablar mucho de los elefantes, los movió el deseo de tocarlo para hacerse una idea de qué es un elefante. Doce Ancianos y Notables del pueblo se pusieron en camino con este objetivo: «Rey», dijeron, «os suplicamos que nos concedáis venia para palpar el elefante». «Os la concedo», respondió el rey; «¡podéis palparlo!».

Uno palpó la trompa, otro la pierna, éste la espalda, aquél las orejas, e incluso hubo uno que, por licencia especial del rey, montó sobre la bestia y se paseó. Los doce ciegos volvieron entusiasmados a su pueblo. Los otros los rodearon, preguntándoles, muertos de intriga, qué tipo de bestia era un elefante. El primero dijo: «Es un tubo enorme, que se alza con fuerza, se enrosca y, ay de ti si te pilla!». Otro afirmó: «Es una columna peluda». El tercero: «Es como una pared de un castillo». El que había palpado la oreja: «Es como un tapiz muy grueso, de tejido grosero, que se mueve cuando lo tocas». Y el último exclamó: «¿Es que chocheáis? Es una montaña que se pasea!».

14 mayo 2006

El secreto del anillo


Hubo una vez una reina que dijo a los sabios de la corte:
-Me estoy fabricando un precioso anillo
-He conseguido uno de los mejores diamantes posibles. Quiero guardar oculto dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperacion total y que ayude a mis herederos, y a los herederos de mis herederos, para siempre. Tiene que ser un mensaje pequeño, de manera que quepa debajo del diamante del anillo.
Todos quienes escucharon eran sabios, grandes eruditos; podrían haber escrito grandes tratados, pero darle un mensaje de no más de dos o tres palabras que pudieran ayudarla en momentos de desesperación total. Pensaron buscaron en sus libros, pero no podían encontrar nada. La reina tenía una anciana sirviente que también había sido sirviente de su madre. La madre de la reina murió pronto y esta sirviente cuidó de ella, por tanto, la trataba como si fuera de la familia. La reina sentía un inmenso respeto por la anciana, de modo que también la consultó. Y ésta le dijo: No soy una sabia, ni una erudita, pero conozco el mensaje. Durante mi larga vida en palacio, me he encontrado con todo tipo de gente y en una ocasión me encontre con un sacerdote. Era invitado de tu Madre y yo estuve a su servicio. Cuando se iba, como gesto de agradecimiento, me dio este mensaje, la anciana lo escribió en un diminuto papel, lo doblo y se lo dio a la reina diciéndo: "Pero no lo leas le dijo, mantenlo escondido en el anillo. Ábrelo sólo cuando todo lo demás haya fracasado, cuando no encuentres salida a la situacion."
Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido y la reina perdió el reino. Estaba huyendo en su caballo para salvar la vida y sus enemigos la perseguían... Estaba sola y los que la perseguian eran numerosos. Llegó a un lugar donde el camino se acababa no había salida enfrente había un precipicio y un profundo valle; caer por él sería el fin. Y no podía volver porque el enemigo le cerraba el camino. Ya podía escuchar el trotar de los caballos. No podía seguir hacia adelante y no había ningún otro camino. De repente,se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso: Simplemente decía... "ESTO TAMBIÉN PASARÁ". Mientras leía "esto también pasará" sintió que se cernía sobre ella un gran silencio. Los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino, pero lo cierto es que poco a poco dejó de escuchar el trote de los caballos. La reina se sentía profundamente agradecida a la sirviente y al mistico desconocido. Aquellas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a ponerlo en el anillo, reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino. Y el día que entraba de nuevo victoriosa en la capital. Hubo una gran celebración con música, bailes y ella se sentía muy orgullosa de sí misma. La anciana estaba a su lado en el carro y le dijo: Este momento también es adecuado, vuelve a mirar el mensaje. ¿Qué quieres decir? preguntó la reina... Ahora estoy victoriosa , la gente celebra mi vuelta... no estoy desesperada, no me encuentro en una situación sin salida. Escucha, dijo la anciana: este mensaje no es sólo para situaciones desesperadas; también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando estás derrotada; también es para cuando te sientes victoriosa. No es sólo para cuando eres la última; también es para cuando eres la primeraLa reina abrió el anillo y leyó el mensaje: "Esto también pasará" y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba, pero el orgullo, el ego, había desaparecido.
La reina pudo terminar de comprender el mensaje. Se había iluminado. Entonces la anciana le dijo:
-RECUERDA QUE TODO PASA.
Ninguna cosa, ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.

"GRÁBATELO BIEN EN TU CABEZA Y EN TU CORAZÓN"