31 diciembre 2007

Los mercaderes y el joyero


Un hombre preocupado, va donde su maestro a pedir ayuda. Este le dice que está ocupado, que si le ayuda a resolver primero su problema, mas rápido le ayudará con el suyo. El tipo dice que bueno.
- Ve al mercado y vende estas monedas. No aceptes menos de dos denarios por ellas.

En el mecado varios le dicen que, a lo más, dan un denario. El hombre vuelve desazonado donde el maestro, y este le dice:
- Ahora ve al joyero. Ve cuánto te da pero no se las vendas.

El joyero le dice que ahora no le puede dar más de 70 denarios, pero si le deja las monedas, las pódría vender hasta en 90.

El hombre, sorprendido, vuelve donde el maestro. Este sonríe.
- Tú eres como estas monedas. Solo los joyeros saben de su valor real.

22 diciembre 2007

Monos y Plátanos


Un grupo de científicos encerró a cinco monos en una jaula, en cuyo centro colocaron una escalera y, sobre ella, un montón de plátanos.

Cuando uno de los monos subía la escalera para agarrar los plátanos los científicos lanzaban un chorro de agua fría sobre los que se quedaban en el suelo.

Pasado algún tiempo, los monos aprendieron la relación entre la escalera y el agua, de modo que cuando un mono iba a subir la escalera, los otros lo molían a palos.

Después de haberse repetido varias veces la experiencia, ningún mono osaba subir la escalera, a pesar de la tentación de los plátanos.

Entonces, los científicos sustituyeron a uno de los monos por otro nuevo.

Lo primero que hizo el mono novato nada más ver los plátanos fue subir la escalera. Los otros, rápidamente, le bajaron y le pegaron antes de que saliera el agua fría sobre ellos.

Después de algunas palizas, el nuevo integrante del grupo nunca más subió por la escalera.

Un segundo mono fue sustituido, y ocurrió lo mismo con el que entró en su lugar.

El primer sustituido participó con especial entusiasmo en la paliza al nuevo.

Un tercero fue cambiado, y se repitió el suceso.

El cuarto, y finalmente el quinto de los monos originales fueron sustituidos también por otros nuevos.

Los científicos se quedaron con un grupo de cinco monos que, a pesar de no haber recibido nunca una ducha de agua fría, continuaban golpeando a aquél que intentaba llegar hasta los plátanos.

Si fuera posible preguntar a alguno de ellos por qué pegaban con tanto ímpetu al que subía a por los plátanos, con certeza ésta sería la respuesta: «No lo sé. Aquí, las cosas siempre se han hecho así».

Un aporte de Lord Carlos

27 septiembre 2007

El sonido de una mano


El maestro del templo de Kennín era Mokuraí, "Trueno Silencioso". Tenía un pequeño protegido, llamado Toyó, de sólo doce años. Toyó veía a los discípulos mayores visitar al maestro en su aposento a la mañana y a la tarde para recibir el sazén, o instrucción de guía personal, en que se les daba un koan para detener el vagabundeo de la mente.
Toyó quiso también hacer sazén.
-Espera un poco -le dijo Mokuraí- ; eres demasiado joven.
Pero el muchacho insistía, de modo que el maestro finalmente consintió.
Al atardecer, el pequeño Toyó acudió, en el momento debido, al umbral del recinto donde Mokuraí impartía el sazén. Batió el gong para anunciar su presencia, hizo tres reverencias respetuosas antes de entrar, y fue a sentarse ante el maestro en respetuoso silencio.
-Cuando bates palmas -dijo Mokuraí- oyes el sonido de ambas manos. Ahora enséñame el sonido de una mano.
Toyó se inclinó y fue a su habitación para considerar el problema. Desde su ventana oía música de geishas. -¡Ah, ya lo tengo! -exclamó.
Al atardecer siguiente, cuando el maestro le pidió que le enseñara el sonido de una mano, Toyó empezó a ejecutar esa música.
-No, no -dijo Mokuraí-. Así no va. Ese no es el sonido de una mano. No lo has entendido para nada.
Estimando que la música podía interrumpir sus meditaciones, Toyó se trasladó a una habitación más tranquila. Se puso de nuevo a meditar: -¿Cuál puede ser el sonido de una mano?
De pronto oyó agua que goteaba. -Yo lo tengo- se imaginó. La próxima vez que compareció ante el maestro, Toyó imitó el sonido de agua que gotea.
-¿Eso qué es? -preguntó Mokuraí- Es el sonido de una gota de agua, pero no el de una mano. Intenta otra vez.
En vano Toyó persistió en meditar para oír el sonido de una mano. Oyó el suspiro del viento. Pero también este sonido le fue rechazado.
Oyó el chillido de un búho. Mismo rechazo.
El sonido de una mano tampoco era el de las langostas.
Más de diez veces Toyó visitó a Mokuraí con diferentes sonidos. Ninguno era el acertado. Durante casi un año caviló sobre cuál podía ser el sonido de una mano sola.
Por último, el pequeño Toyó entró en la verdadera meditación y trascendió todo sonido.
-Ya no podía encontrar más qué juntar - explicó más tarde-, de modo que alcancé el sonido insonoro.

Así había realizado Toyó el sonido de una mano.

El León y el Ratón


Dormía tranquilamente un león, cuando un ratón empezó a juguetear encima de su cuerpo. Despertó el león y rápidamente atrapó al ratón; y a punto de ser devorado, le pidió éste que le perdonara, prometiéndole pagarle cumplidamente llegado el momento oportuno. El león echó a reir y lo dejó marchar. Pocos días después unos cazadores apresaron al rey de la selva y le ataron con una cuerda a un frondoso árbol. Pasó por ahí el ratoncillo, quien al oir los lamentos del león, corrió al lugar y royó la cuerda, dejándolo libre. Días atrás le dijo , te burlaste de mí pensando que nada podría hacer por tí en agradecimiento. Ahora es bueno que sepas que los pequeños ratones somos agradecidos y cumplidos.

16 julio 2007

Los Signos del Horóscopo Chino


Hace mucho, mucho tiempo, vivía un dios en el fondo de una montaña.
Un 30 de diciembre, dicho dios envió unas cartas a todos los animales del país.
Estos la recibieron al día siguiente.
La carta decía: "El primero de enero por la mañana, quiero que vengan aquí, y según el orden en que lleguen, del primero al décimo segundo, designaré su jerarquía entre todos los animales, correspondiéndole a cada uno un año". Los animales estaban muy animados con la carrera. Todos pensaban:"¡De todas maneras seré el jefe!", pero un sólo animal, el gato perezoso, no leyó la carta, sino que la rata le "informó" sobre el asunto.
Pero la rata traviesa, en lugar de dicirle al gato que el primero de enero deberían de llegar al lugar designado, le mintió diciéndole que la fecha de llegada era el segundo día de enero.
El gato le agradeció por la información.
Todos los animales decían: "Mañana tengo que levantarme muy temprano, por eso ya me voy a dormir".
Así lo hicieron todos, excepto el toro que dijo: "Yo ya voy a salir porque soy lento caminando".
La rata que estaba viendo eso, trepó al lomo del toro y dijo:
"¡está muy cómodo aquí!" El toro sin darse cuenta, siguió caminando.
El resto salió a la mañana siguiente. Todos se dirigieron corriendo a la casa del dios.
A la salida del sol del nuevo año, apareció primero el toro en el lugar fijado. ¡No, no fue el toro, fue la rata!
Esta saltó a tierra desde el lomo del toro y dijo,"¡Dios! ¡Felíz Año Nuevo!" El toro se sintió humillado.
Los otros animales llegaron sucesivamente.

El dios les dió la bienvenida y anunció: "El primer lugar es para la rata, le siguen el toro, el tigre, la liebre, el dragón, la serpiente, el caballo, la oveja, el mono, el gallo, el perro y por último, el jabalí".
Así empezó la fiesta de los animales elegidos. En ese momento apareció corriendo el gato, muy furioso y dijo: "¡Conque me has engañado!", refiriéndose a la rata.
Esta huyó en cuanto vió al gato, quien no pudo contener su cólera porque no pudo ser elegido. Por eso todavía el gato sigue persiguiendo a la rata.